martes, 3 de noviembre de 2009

ALCOHOL


El alcohol es una de las sustancias psicoactivas más antiguas. Las manifestaciones de una intoxicación aguda son bien conocidas en nuestra civilización: el individuo intoxicado pasa por una fase que incluye trastornos en el equilibrio, en el habla y en los reflejos en general. Tales manifestaciones se deben a una depresión irregular del SNC. La depresión alcohólica no alcanza por igual los centros nerviosos.

Los primeros efectos corresponden al sistema reticular y a la corteza cerebral, donde se integran funciones tan complejas como las relativas al comportamiento social.

Como resultado de esta inhibición, se observa una aparente excitación. Con concentraciones más altas de alcohol se deprimen los centros cerebrales que controlan el equilibrio hasta que la inhibición llega al mezo encéfalo.

Esto se traduce en una falta de coordinación motora, disminución de los reflejos espinales y pérdida de los mecanismos de regulación de la temperatura. Finalmente, si la ingestión de alcohol continúa, sobreviene la muerte por depresión de los centros respiratorios. La muerte por sobredosis puede presentarse con mayor frecuencia en los bebedores crónicos que ya tienen tolerancia a algunos de los efectos inhibitorios del etanol.

La intoxicación aguda de alcohol es la única intoxicación que se acepta socialmente, y las leyes referentes a su consumo son altamente permisivas. El costo y riesgo social por el abuso de esta sustancia es altísimo por la cantidad de horas no trabajadas por los sujetos intoxicados, los accidentes ocasionados directa o indirectamente, el costo de la asistencia médica y el deterioro en las relaciones familiares y sociales.

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